El kiosco está en las más importantes esquinas, donde nos ofrecen variadas tentaciones e incluso nos orientan geográficamente. No es difícil comprobar empíricamente cómo, además de comprar el periódico, las personas que acuden al kiosco saludan a su propietario o a otros vecinos que están desarrollando la misma actividad social, comentan el último resultado deportivo o critican la marcha de las obras de reacondicionamiento del barrio, generándose así una compleja red de contactos y comunicaciones interpersonales que contribuye a dar soporte a la vida pública de la zona o la ciudad
En las ciudades con gran afluencia turística, incluso en esos kioscos se pueden encontrar desde banderas hasta artículos de recuerdos de las urbes pasando incluso por lotería. También conocido como puesto de diarios o puesto de periódicos, es el comercio que, ubicado en la acera, ofrece diarios y revistas a la venta. Estos kioscos reciben las publicaciones directamente de la imprenta: “¿Puedes ir al kiosco a averiguar si ya llegó el diario?”, “Estuve leyendo una revista deportiva en el kiosco». Típicas frases de quienes los frecuentan.

Desde el momento en el que técnicamente aparece la impresión masiva de noticias y anuncios comerciales surge la necesidad de un agente que físicamente lleve el periódico hasta el cliente o lector. Inicialmente esa función la realiza de forma personal y ambulante el “vendedor de periódicos”, cuya imagen recorriendo las calles y voceando los titulares del periódico o las últimas noticias, está en nuestro imaginario colectivo, es entonces que nace ésta variante, el kiosquero; aquel suplementero que tiene puesto fijo en una caseta.

Las imágenes muestran algunos kioscos Franco-Victorianos de los años 20 y actuales en calles y parques de la ciudad de Santiago.

ALGO DE HISTORIA

Un gran error cometido por la ciudad de Santiago con respecto a su mobiliario y equipamiento urbano, quizás haya sido el retiro sin renovación de los antiguos kioscos y garitas para los comerciantes del sector céntrico, bellezas arquitectónicas que provenían de la escuela de arquitectura en hierro popularizada por Eiffel y que representaron también una interesante influencia del estilo victoriano en Chile, aunque cronológicamente un poco rezagado y muy afrancesado, como fue la tendencia del diseño en el cambio de siglo. Su presencia fue tan penetrante en la ciudad que incluso ha seguido repitiéndose tenuemente la línea que se heredó de estos modelos en kioscos posteriores de paseos y parques públicos.
El estilo de los kioscos franco-victorianos se hizo popular especialmente después de la gran revolución urbanística del Intendente Benjamín Vicuña Mackenna, extendiéndose hasta la época del Primer Centenario, aproximadamente, época en que se vuelven muy comunes.
Hoy, con cerca de 20 mil de estos pequeños establecimientos de comercio existiendo en el país, no todo está perdido con relación a la desaparecida generación de viejos kioscos franco-victorianos de Santiago, sin embargo, su estilo fue imitado levemente por otros casos posteriores de garitas para comercio, y que aún sobreviven algunos.

MIGUEL ALVARADO LYON

Miguelito para sus amigos. Por más de 50 años fue una parte esencial del paisaje urbano en el principal paseo del centro de Santiago. Todas las mañanas se le veía en su kiosco de diarios, que se alza en la esquina nororiente de Ahumada y Moneda, en el mismo sitio donde se inició como un precoz suplementero cuando tenía 9 años. Ni los carnavales de celebraciones políticas, deportivas, ni las rebeliones callejeras de los estudiantes, marchas y desmanes lo corrieron de su esquina hasta el 11 de agosto del 2015, a los 87 años el día que dejó de existir Miguelito, quedando en la memoria y el recuerdo de muchos que frecuentaban su Kiosco.

Kiosco biblioteca en un parque de Santiago.

TRISTE REALIDAD

Aunque el ritmo de vida haya cambiado y la tecnología avance a pasos agigantados los puestos de diarios se resisten a desaparecer. Un dato clave para entender la crisis del rubro radica en la pérdida de lectores de los diarios impresos.
Gradualmente, comienzan a integrar el salón de la nostalgia, como las tiendas de vinilos, las casas que vendían y revelaban rollos fotográficos o los videoclubes. Hoy, la mayoría de los kioscos que sobreviven en Chile, languidecen.

«La nostalgia es el presente de un recuerdo vivo»