por Raul Torres

Tras su emancipación del imperio colonial español, a principios del siglo XIX, Chile y Bolivia sobrellevaron, a lo largo de dicha centuria, numerosos desencuentros dados por la necesidad de definir y convenir sus límites territoriales. La situación se volvió especialmente compleja cuando se inició, de manera decidida, la explotación minera del guano y el salitre en el desierto de Atacama, productos, para entonces, sumamente cotizados en Europa en el contexto de la revolución industrial.

 

Al comienzo, las disputas territoriales se zanjaron a través de tratados firmados en 1866 y 1874, pero estos no resultaron definitivos ni del todo satisfactorios para las partes involucradas. Por este motivo, Bolivia firmó un pacto secreto de alianza defensiva con Perú, en 1873, previendo una posible guerra con Chile.

El tratado firmado por Bolivia y Chile en 1874 fijaba como límite el paralelo 24 y aseguraba que el gobierno boliviano no podía aumentar los impuestos durante 25 años a las compañías salitreras ubicadas entre los paralelos 23 y 24. No obstante, en febrero de 1878, el gobierno boliviano determinó aumentar las cargas impositivas. Por este motivo, la Compañía de Salitre y Ferrocarril de Antofagasta, de capitales británicos y chilenos, solicitó el apoyo al gobierno chileno, quien realizó los reclamos respectivos, sin obtener respuesta de Bolivia.

 

Frente a ello, fracasada una solicitud de arbitraje y en respuesta al inminente remate de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, el 14 de febrero de 1879, el ejército chileno desembarcó en el puerto boliviano de Antofagasta.

En reacción a esta ocupación, Bolivia declaró oficialmente la guerra a Chile. Perú, en tanto, se mantuvo neutral, hasta que Chile declaró la guerra a ambos países, iniciando un extenso conflicto que tendría consecuencias permanentes en las relaciones de dichos Estados.

 

El 5 de abril de 1879, a iniciativa del almirante Williams Rebolledo, los chilenos iniciaron un bloqueo al puerto de Iquique. Sin embargo, a inicios de mayo, sin mayores novedades, y luego de tres meses de efectuada la ocupación de Antofagasta, la opinión pública comenzó a impacientarse. Frente a este panorama, Rebolledo decidió marchar al norte para enfrentarse a la escuadra peruana en Callao, sin tener conocimiento de que los principales buques peruanos, Huáscar e Independencia, iban rumbo al sur para liberar Iquique. Este puerto había quedado custodiado por la Esmeralda y la Covadonga, dos embarcaciones chilenas que no estaban en condiciones de oponer resistencia a la armada peruana.

 

Tras el combate naval de Iquique, los espacios de opinión pública chilenos se llenaron de elogios para Prat y sus hombres. Luego de meses de acciones erráticas, el valor y sacrificio de la tripulación de la Esmeralda ofrecieron un motivo para fortalecer la causa de la guerra y exacerbar los ánimos contra los enemigos. El hito se constituyó en el fundamento a partir del cual comenzó a codificarse un arquetipo heroico que encarnase los ideales patrios para inspirar a la población chilena, en un momento del conflicto que requería de referentes morales para proyectarse a futuro y que, por excelencia, definieron y representaron, en el mundo griego, el arquetipo del héroe bello y bueno, un concepto idealizado del heroísmo, atlético y proporcionalmente equilibrado en términos corporales; arrojado y valiente en un sentido moral.

 

En el contexto de la guerra, la venta de diarios y pasquines aumentó significativamente, alcanzándose cerca de 178 periódicos publicados durante el periodo del conflicto.y surgieron en la opinión pública escrita chilena, dos líneas discursivas en torno al tema. La primera se orientó a glorificar a los héroes de Iquique, cuya gesta merecería inscribirse en la memoria de las grandes hazañas de la historia occidental. La segunda, por el contrario, inició un duro cuestionamiento a la forma de dirigir la guerra por parte del gobierno de Aníbal Pinto.

 

Si bien dicotómicas en su tono y diferentes en su intención y objeto narrativo, en ambas líneas se advierte un uso y evocación constantes de figuras alusivas al mundo clásico antiguo de Grecia y Roma, que asumen un rol significante como principios productores de sentido en los discursos sobre la Guerra del Pacífico.

 

LA EXALTACIÓN DE LAS GLORIAS DE IQUIQUE Y EL ARQUETIPO DEL HÉROE ANTIGUO 

 

La muerte del comandante Prat y el hundimiento de la Esmeralda calaron hondo en la población chilena. Los discursos, poemas y acciones daban cuenta de los ejemplos épicos e históricos de la tradición clásica. Por medio de ellos, la representación de los hechos de Iquique se cargaba de una connotación heroica universal y supra histórica, que los hacía dignos de inmortalización en el registro de las grandes gestas de la historia occidental. Así, la causa de la guerra se volvió más popular,  en tanto que el Huáscar se transformó en un temible enemigo en aguas chilenas, cuyas correrías generaron inquietud en la opinión pública.

La Muerte de Prat – Thomas Somerscales

El regreso de la Covadonga a Valparaíso y sus celebraciones también fueron comparados con los triunfos romanos, no sólo en su realización, sino en su mérito. La gesta del 21 de mayo merecía la elevación que Grecia y Roma habían dedicado a sus propios héroes, pues su comportamiento se igualaba más allá de las particularidades históricas. 

 

Los personajes de la Ilíada y la Odisea representaban al héroe militar clásico, que descollaba por su valentía y cuya realización se concebía en batalla contra el enemigo, y que contra los temores y limitaciones propias, alcanzaba la gloria al dar la vida en defensa del honor.

 

El arquetipo homérico había trascendido en el imaginario occidental a partir del caso histórico de los trescientos espartanos en Termópilas y su recuerdo sirvió también para elevar, por analogía, la gesta de Iquique.  

 

Así como en la Hélade existía un monumento que recordaba a los trescientos espartanos, con la inscripción «Pasajero, ve a decir a Esparta que hemos muerto aquí por obedecer sus santas leyes», en Chile debía erigirse uno con los nombres de los caídos, junto al epígrafe: «¡Así mueren los chilenos defendiendo la honra y la dignidad de su patria!»