por Rocio Saez

Gabriela Mistral, nacida como Lucila Godoy Alcayaga el 7 de abril de 1889 en Vicuña, Chile, fue una destacada poeta, educadora y diplomática. Se convirtió en la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945, en reconocimiento a su poesía profunda y evocadora.

 

La vida temprana de Mistral estuvo marcada por la adversidad. Creció en la pobreza y enfrentó tragedias personales, incluida la muerte de su amante, Romelio Ureta, y el suicidio de su amada hermana. A pesar de estos desafíos, mostró desde temprana edad aptitudes para la literatura y la educación.

Gabriela Mistral comenzó su carrera docente a una edad temprana, trabajando en escuelas rurales chilenas. Su compromiso con la educación continuó a lo largo de su vida, y desempeñó un papel crucial en las reformas educativas en México, donde trabajó como agregada cultural y conferencista.

 

 

Su carrera literaria despegó con la publicación de su primer libro de poemas, «Desolación» en 1922. Esta obra mostró la voz única de Mistral, combinando belleza lírica con una profunda sensibilidad hacia el sufrimiento humano y los problemas sociales. Su poesía a menudo exploraba temas de maternidad, amor y la situación de los marginados.

En 1924, Gabriela Mistral se desempeñó como delegada ante la Liga de Naciones, reflejo de su creciente reconocimiento internacional. Su compromiso con las causas humanitarias y su defensa de los derechos de los niños continuaron dando forma a su carrera diplomática.

 

La obra más celebrada de Mistral, «Lagar» (1954), consolidó su reputación como ícono literario, abordando temas de muerte, fe y la condición humana.

 

Sus logros literarios culminaron en el Premio Nobel de Literatura en 1945, convirtiéndose en la primera latinoamericana en recibir tal honor. El Comité Nobel elogió su poesía lírica que, inspirada por emociones poderosas, ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano».

 

El legado de Gabriela Mistral se extiende más allá de sus contribuciones literarias. Dejó una huella indeleble como educadora, diplomática y defensora de la justicia social. Su poesía, arraigada en una profunda conexión con la experiencia humana, sigue resonando en lectores de todo el mundo, asegurando que su impacto perdure por generaciones. Mistral falleció el 10 de enero de 1957, pero sus palabras e influencia persisten, inmortalizando como un gigante literario y un ícono cultural de Chile.