Por Raul Torres

Quiero agradecer a Amigos de la Cultura por la oportunidad que me brinda de dirigirme a ustedes una vez más en esta reunión en la cual hacemos un homenaje a nuestro Padre de la Patria con motivo de celebrar un año más desde su natalicio. Antes de iniciar esta alocución, quisiera destacar algunos elementos que la caracterizan: 

1.- No es un relato histórico ni biográfico 

2.- Más que una charla, puede ser considerada como un breve ensayo 

3.- También me fue difícil encontrar un tema que fuera de interés y relativamente poco conocido, Además y luego de haber decidido este punto, fue bastante complejo destilar la información pertinente, debido a la enorme cantidad de documentos, archivos, cartas, memorándums, actas, etc. contenidos en las bases de datos electrónicas consultadas, entre las cuales podemos citar los archivos de la Biblioteca del Congreso Nacional, Memoria Chilena, Actas del Cabildo de Santiago, la Real Academia de la Historia, Fuentes Documentales y Bibliográficas para el Estudio de la Historia de Chile, archivos del Instituto O’Higginiano, Wikipedia, Google, la Enciclopedia Británica y numerosos artículos biográficos de universidades chilenas y extranjeras 

También, fueron consultados los escritos de historiadores como Amunátegui, Manuel de Salas, Vicuña Mackenna, Luis Galdames, Frías Valenzuela, Barros Arana, Francisco Encina, Juan Egaña, Antonio Yakcich  y muchos otros 

Finalmente y sin más preámbulo, los invito a que entremos en materia, la que he titulado: 

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Breve Análisis de Algunos Factores que Conformaron el Ideario Independentista de O’Higgins 

Bernardo O’Higgins nace, crece y se desarrolla en un periodo histórico de grandes cambios sociales, culturales, políticos y económicos. Coincidentemente, nace José de San Martin en el mismo año, Napoleón, al año siguiente, José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez, 7 años más tarde. Dos años antes de su nacimiento, el 4 de Julio de 1776, las 13 colonias americanas habían firmado la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y 11 años después, sucede la Revolución Francesa. A los 12 años, Bernardo es enviado a Lima, Perú; a los diecisiete, se dirige a Inglaterra donde conoce a quien sería su mentor: el idealista y precursor venezolano Francisco de Miranda, quien lo inicia en la logia Gran Reunión Americana dedicada a la independencia de Hispanoamérica. A los veinte años se dirige a Cádiz, España, regresando a Chile en 1802 cuando contaba con 24 años de edad.  

Entretanto, la deposición y cautiverio del rey de España Fernando VII por Napoleón en 1808, no hizo más que avivar los fuegos independentistas de los patriotas sudamericanos, formándose en ese período diversas juntas de gobierno con variados resultados y propósitos, algunas realistas y otras republicanas e independentistas. 

Algunos antecedentes del contexto histórico 

En el 1.700 (Siglo XVIII), la corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban en la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece Colonias norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea. 

Entre las ideas que tuvieron su origen durante la Ilustración se incluyen tales como la libertad, la igualdad, el progreso, la tolerancia, la fraternidad, el gobierno constitucional y la separación de la Iglesia del Estado. 

Sus principales representantes fueron René Descartes, Francis Bacon, Immanuel Kant, John Locke, Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, David Hume y Montesquieu. 

Uno de los efectos colaterales del «despotismo ilustrado» en Hispanoamérica fue que permitió la libre circulación de las ideas. Ello dio lugar, por una parte, a que los círculos intelectuales latinoamericanos – constituidos básicamente alrededor de las universidades coloniales, como en México, Quito, Chuquisaca, Santa Fe – pudieran intercambiar ideas y proyectos, recibir las influencias de la revolución norteamericana y, sobre todo, del pensamiento liberal español y la ilustración europea. 

Este dilatado mundo, que se extendía desde California hasta la Patagonia y desde el Atlántico hasta el Pacífico, seguía siendo formalmente dominio de la corona española, pero en su seno bullían fuerzas sociales y económicas que ponían en cuestión el otrora seguro y absoluto dominio metropolitano. 

La crisis que afectaba a este enorme espacio colonial era, en esencia, una «crisis de dominación», que se expresaba en una cada vez más endeble dependencia económica con relación a la metrópoli y en un paralelo desarrollo de las fuerzas productivas internas. Este fenómeno, iniciado a fines del siglo XVII, planteaba que la mayor parte de la riqueza producida en la América española se invirtiese o acumulase en su mismo territorio en gastos de defensa y administración, construcción de infraestructura, pago de obligaciones oficiales, adquisición de abastecimientos para la industria minera, etc. y que el tesoro remitido a España equivaliese a un 20% del total. 

La Revolución Francesa y las Logias Lautarinas  

La América Hispana tenía un contacto directo con la Revolución Francesa de 1789 en Francisco de Miranda, quien era por otra parte, el empeñoso agitador de la independencia hispanoamericana. 

Miranda, que se había iniciado como francmasón en Filadelfia en los días de la independencia norteamericana, en 1797 fundó en Londres la Gran Logia Reunión Americana o de los Caballeros Racionales, de la que fue Gran Maestro. Destinada a concertar voluntades para la lucha independentista, a penetrar y agitar secretamente a la sociedad colonial y a facilitar el respaldo extranjero para la causa, esta Gran Logia tuvo como filial a la Logia Lautarina que había levantado columnas en Cádiz. El juramento de grado de iniciación era luchar por la independencia de Hispanoamérica. El del segundo grado, hacer profesión de fe democrática y abogar por el sistema republicano. 

El pensamiento del ex-jesuita Vizcardo, que actuaba como jefe de propaganda de la Logia Americana, es un ejemplo de lo que ocurría con la influencia de la Revolución Francesa en la mayoría de nuestros próceres: era la lucha contra el absolutismo que proveía de confianza histórica y estímulo moral.  Aportaba algunos principios significativos a la causa de la emancipación americana, como los conceptos contenidos en la Declaración de Derechos del Hombre.  

O’Higgins y la Logia Lautarina 

En Europa e Hispanoamérica florecieron un tipo de sociedades secretas compuestas de sudamericanos con tendencias a la emancipación de la América del Sur sobre la base del dogma revolucionario de libertad, igualdad y un estado republicano. 

Existe cierta controversia en definir si las logias lautarinas eran masónicas o no, en el estricto sentido. Al parecer, estas sociedades secretas revestían todas las formas de las logias masónicas, pero sólo tenían de tales los signos, las fórmulas, los grados y los juramentos. Desde el punto de vista de su organización, tenían más parecido a las “ventas carbonarias” italianas, por su modelo organizativo y sus procedimientos conspirativos e insurreccionales.  

En 1807, se fundaron en Cádiz y Madrid filiales de la Logia Gran Reunión Americana y en 1811 se estableció la primera filial de la logia en Cádiz con el nombre clave de Logia Lautaro, haciendo referencia al toqui o caudillo mapuche Lautaro, quien lideró la resistencia contra los conquistadores españoles en la Capitanía General de Chile en el siglo XVI. La Logia Lautaro fue una organización secreta con un objetivo muy claro: la independencia americana ante el poder español. Sus integrantes fueron actores determinantes en la historia del continente. 

La principal misión de la Logia Lautarina era establecer gobiernos independientes en América Latina y «no reconocer por gobierno legítimo de las Américas sino aquel que fuese elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos, y de trabajar por la fundación del sistema republicano». Dado su carácter de organización secreta, ayudó a coordinar y establecer contactos entre muchos de los líderes de la independencia de Chile y Argentina.  

Al calor de los sueños de independencia y del ambiente revolucionario irradiado desde Francia se iniciaron como masones: Bolívar, López Méndez y Andrés Bello, de Venezuela; San Martín, Moreno, Alvear y Monteagudo, del Río de la Plata; Montúfar y Rocafuerte, de Quito; O’Higgins y Carrera, de Chile; Valle, de Guatemala; Hidalgo, Mier y Juárez, de México; Nariño y Zea, de Nueva Granada; Vizcardo y Olavide, del Perú, Bonifacio, de Brasil, Martí, de Cuba, L’Ouverture, de Haití. A su vez, en otras Logias Lautarinas se iniciaron algunos otros jefes de la independencia sudamericana como Zapiola, Saavedra, Belgrano, Guido, Las Heras y Alvarado. 

Existen dos versiones acerca del nombre de la mencionada logia; una de ellas, plantea que fue José de San Martín quien propusiera el nombre; otra, sugiere que fuera Bernardo O’Higgins quien le habría relatado a Miranda las hazañas de Lautaro, versión más acorde con los antecedentes de la relación de O’Higgins con los mapuche en su niñez. 

La Logia Lautaro tuvo su primera filial en América en la Ciudad de Buenos Aires, en 1812, creada secretamente por José de San Martín, Carlos María de Alvear, y Julián Álvarez. En 1817, la Logia Lautaro fue instalada en Santiago por O’Higgins después del triunfo de los patriotas en la Batalla de Chacabuco. Tuvo filiales en el Perú, Bolivia y Uruguay. 

O’Higgins y los Mapuche 

Pese a haberlo investigado en forma más o menos exhaustiva, no me fue posible confirmar que O’Higgins, a la sazón «el huacho Riquelme”, haya compartido sus primeros años con niños mapuche según la versión fílmica de la vida del prócer, «El Niño Rojo». Sin embargo, hay antecedentes que en su infancia y parte de su juventud, O’Higgins transita en los sectores cercanos a la mítica frontera con la Araucanía; por consiguiente, le resultó muy amena una convivencia con los dueños de Arauco quienes le enseñaron múltiples lecciones y le dieron muestras de una lealtad duradera. 

Varios autores biógrafos del prócer han concluido que, en los años iniciales en la vida de Bernardo, los primeros lazos con nuestros ancestros originarios los logró en edad escolar en un colegio internado administrado por sacerdotes franciscanos donde justamente, sus compañeros fueron hijos de caciques con los cuales fue forjando una amistad genuina y aprendió los rudimentos del mapudungun 

En Las Actas del Cabildo de Santiago, en el Tomo XII de la Gaceta Ministerial de Chile del 2 de enero al 15 de julio de 1819, en el 83 del 13 de marzo de 1819 se registra la Proclama del Director Supremo a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sur” en la cual O’Higgins reconoció la independencia del pueblo mapuche.  

“Nosotros hemos jurado y comprado con nuestra sangre esa Independencia, que habéis sabido conservar al mismo precio. Siendo idéntica nuestra causa, no conocemos en la tierra otro enemigo de ella que el español. No hay ni puede haber una razón que nos haga enemigos, cuando sobre estos principios incontestables de mutua conveniencia política, descendemos todos de unos mismos Padres, habitamos bajo de un clima; y las producciones de nuestro territorio, nuestros hábitos y nuestras necesidades respectivas no invitan a vivir en la más inalterable buena armonía y fraternidad”. 

“Yo os ofrezco como Supremo magistrado del pueblo chileno que de acuerdo con vosotros se formarán los pactos de nuestra alianza, de modo que sean indisolubles nuestra amistad y relaciones sociales», dicen algunos extractos de la carta de Bernardo O’Higgins  

Años después, al decidir autoexiliarse y abandonar su querida Patria para no verla más, en momentos aciagos en que todo era tristeza y desesperanza, recibió de un integrante de los pueblos originarios un testimonio de amistad profunda. El cacique Venancio Coñuepán, le escribió una carta al saber que había caído en desgracia, en la que manifestaba lo siguiente: “Mientras la sangre exista de tu impar Venancio y demás seres araucanos, será poco el derramarla por un genio digno de ser elevado, no por las expresiones vulgares, sino más allá de las ideas que pueda el hombre elevarlo… Sólo te diré que por ningún evento decaigas de ánimo y cuando no tengas otro asilo cuenta con tus araucanos”. 

De los 64 años de vida de Bernardo, más de 22 años los vivió en Perú, 4 en Inglaterra, 4 en España y más de 2 en Argentina. La simple suma de lo anterior nos permite establecer que, O´Higgins, hijo predilecto de esta Patria, la mitad de su vida la vivió lejos del terruño que tanto amaba y por el cual, constantemente estuvo dispuesto a entregar su vida. 

Como corolario, creo que su ideario independentista se fue conformando por una asimilación entre las ideas coloniales, el pensamiento criollo que abrazaba la causa emancipadora, la influencia del pensamiento mirandista, la ilustración, la revolución americana, la revolución francesa, la masonería y el gran peso de la historia mapuche. 

MUCHAS GRACIAS